Esto es lo que hay:
Una retrospectiva seriamente juguetona de Donna Conlon y Jonathan Harker
Al rodar los mangos
Sobre las fructíferas colaboraciones de Donna Conlon y Jonathan Harker
Las imágenes en movimiento del dúo conformado por Donna Conlon y Jonathan Harker se remontan al año 2006, cuando crearon su primera obra en conjunto. Esta producción se destaca por un enfoque idiosincrásico en objetos cotidianos que tejen delicadas narrativas para abordar –de forma casi subrepticia– temas políticos, culturales y ambientales. Sus piezas tienden a apuntar a condiciones específicas de Panamá, pero también sirven como metáforas de inquietudes más amplias en torno a las secuelas del colonialismo y el extractivismo en el Sur Global.
A lo largo de toda su obra conjunta, que abarca dieciocho videos hasta la fecha, Conlon y Harker despliegan una inteligente combinación de humor y sátira para aludir a problemas del mundo real. El dúo aplica con ingenio la dinámica lúdica y las tensiones inherentes a los juegos, así como un humor agudo que coexiste con cierta poética de lo mundano. Al hacerlo, acercan el arte a la vida, en sintonía con artistas de toda Latinoamérica, cuyas obras buscan acortar la distancia entre arte y vida, con frecuencia ejerciendo la crítica política o la protesta velada mediante la sátira u otras estrategias.
Esta sensibilidad se extiende a su atención al lenguaje, quizás debido a sus propias identidades multiculturales y profesiones interdisciplinarias. Conlon (1966) nace en Estados Unidos, se licencia como bióloga antes de obtener una maestría en escultura, y en 1994 se muda a Panamá. Harker (1975) nació en Ecuador y vivió en Florida entre 1980 y 1986, antes de trasladarse a Panamá. Estudió literatura, filosofía, artes visuales y producción audiovisual en la Universidad de Florida, en Gainesville.
Conlon y Harker aprovechan lo que el artista Stephen Johnstone considera el “potencial para socavar eso que a muchos les ha parecido una visión errónea del destino del arte: no ser más que una esfera autónoma y enrarecida de producción y consumo”. En otras palabras, cierta vocación de ahondar en “el inmenso caudal de acciones inadvertidas, triviales y repetitivas que componen el terreno común de la vida cotidiana” hace que lo banal entre en diálogo con obras de arte y, asimismo, que la obra de arte entable un diálogo más estrecho con el diario existir. Esto le otorga al arte de Conlon y Harker un carácter abierto y accesible que, gracias a su enfoque lúdico, también acorta la distancia entre los artistas y el público.
Este texto es un extracto de Al rodar los mangos, sobre las fructíferas colaboraciones de Donna Conlon y Jonathan Harker, un ensayo de Paula Victoria Kupfer parte de una publicación sobre los artistas que se publicará dentro de poco. Traducción al español por Adrienne Samos.
Reserva tu copia: hola@casasantaana.org
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Documentación: Alfredo J. Martiz J. / @ajmartizj
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