La Puerta del Sol

FEB. 01 - AGO. 11 2024

Panamá es el único lugar donde es posible observar el sol al amanecer sobre el océano Pacífico y al atardecer sobre el océano Atlántico. Sin duda el sol, el mar y su posición geográfica marcan la naturaleza, historia e idiosincrasia de este pedazo de tierra que une norte y sur, y conecta este y oeste. Ese sol tropical, que reseca la tierra tras el aguacero, conforma también las formas de vida de las gentes del istmo.

 

SOBRE EL ARTISTA

La práctica artística de Cisco Merel (Panamá, 1981) emerge inequívocamente de la complejidad cultural de su tierra, sus raíces chino-afro-panameñas, y del camino recorrido. Comienza su andadura en la práctica artística en la calle, en el mundo del street art y el graffiti, lo cual le otorga una significativa comprensión del espacio público y sus elementos. En esta época inicial se interesa también por distintas manifestaciones del arte popular, como los carros del carnaval y distintas carpinterías, lo cual le da un sustancial conocimiento de los oficios tradicionales panameños. Tras comenzar su formación artística en la Universidad Ganexa, y habiendo completado en Europa, regresa a Panamá donde colabora por más de diez años en el taller de Carlos Cruz-Diez, lo cual le permite adquirir un conocimiento avanzado en cuanto a la investigación tecnológica aplicada al arte, marcando profundamente su lenguaje artístico. Todas estas influencias, así como una curiosidad extraordinaria por el mundo que lo rodea, conforman una práctica en constante evolución, en la cual un magistral uso del lenguaje abstracto y del color van abriendo espacios a la significancia de los materiales utilizados. El interés por la arquitectura, los contrastes sociales y la cultura popular se reflejan en distintas series de obras que, a lo largo de los años, van incidiendo en algunos de los elementos más característicos de la Ciudad de Panamá: los Diablos Rojos, la arquitectura afro-antillana, la rotulación tradicional, los rascacielos, o sus contrastes son los protagonistas. Pero en un momento aflora en Cisco la necesidad de mirar más allá de la ciudad, de echar la vista atrás, e indagar en los orígenes. Es ahí cuando, poco a poco, junto al uso de técnicas mecánicas y materiales industriales que habían caracterizado su producción hasta el momento, aparece un interés por el uso de materiales orgánicos y formas de hacer artesanales propias de las comunidades del interior del país.

 

VEN Y DESCUBRE

La puerta del sol es una exposición que reúne una serie de trabajos de Cisco Merel realizados en los últimos años, y otros realizados específicamente para la ocasión, en los cuales la tierra como material tiene un papel protagónico. Habiendo pasado gran parte de su infancia y juventud en el pueblo de su abuela Mercedes en Los Santos, una vivienda realizada con piedra, tierra y quincha a la manera tradicional, Cisco decide en un momento regresar a la zona, y pasar un tiempo conviviendo y experimentando con el material y las técnicas tradicionales. Es a partir de entonces, alrededor del 2018, cuando comienza a utilizar la tierra de una forma consciente.

La tierra como material de construcción, como hogar; como elemento identitario, portadora de contenidos simbólicos e ideológicos; como contenedora del universo precolombino, pero también de un modo conflictivo, lo popular: indígena, mestizo y criollo.

Hiperlíticos (2022) incide ya en el interés por un imaginario místico, reuniendo una serie de pinturas de formas abstractas que recuerdan a antiguos monolitos telúricos, pero que podrían ser también esculturas de un futuro ancestral. Estas formas se hacen materia en Puerta del sol (2023) una gran escultura de tierra que se eleva y nos recibe imponente a modo de tótem. La serie Convergencias (2022) presenta una serie de ensambles geométricos, a medio camino entre la pintura y la escultura, en los cuales el barro, el acero inoxidable y el color aluden al contraste vital habiendo crecido entre la ciudad y el interior; entre los materiales constructivos impuestos de los grandes rascacielos tan poco adaptados al clima tropical, y el uso de la tierra, cuyas técnicas tradicionales, frescas y duraderas se van perdiendo poco a poco. La instalación inmersiva lo que el viento se llevó (2024) descuelga una serie de cintas de colores que nos invitan y envuelven al transitar un pasillo que desemboca en un reflejo distorsionado, aludiendo a la cultura afrocaribeña de la costa de Colón y su complejidad social y cultural. La escultura simula el movimiento, particularmente del canto y el baile Congo al ritmo de la música, que abría un espacio para la expresión y la libertad proporcionando un universo compartido y una forma de resistir a la negación de su humanidad.

 


 

La casa (2024) es una instalación de sitio específico que replica, jugando con la memoria y los recuerdos, una construcción tradicional de una vivienda de tierra. Dejando los cimientos a la vista, y permitiendo que el público la transite y habite, la estructura nos conecta con el sentido íntimo del hogar, con la noción arquetípica de la casa, o con la protección simbólica del material. La casa se entiende aquí como refugio, pero también como un elemento al que estamos unidos irremediablemente como individuos. La casa nos marca y nos conforma, es protección y construcción, pero puede ser también indefensión y destrucción. La tierra es también materia de pertenencia, de reunión, de identificación comunitaria, y este trabajo nos vuelve a conectar con la idea de la “junta de embarre”, un evento característico del interior en el cual la casa de un vecino se construye con tierra en un día con la ayuda de toda la comunidad, siendo a la vez construcción y celebración.

Comején (2024) es una escultura que imita la construcción de un nido de termitas, adentrándonos metafóricamente en las capas de la estructura social, y revelando su reflejo en un espejo. Aunque este reflejo puede parecer una ilusión, utiliza los recursos de manera sutil y agotadora, subrayando la voracidad con la que el presente se consume, sin tener en cuenta el mañana. Varias series se despliegan por el espacio; Origen (2018) son las primeras pinturas realizadas con tierra por Cisco, en las cuales comienza a jugar con el material y las formas geométricas; en Terrenos (2022) lo geométrico se va combinando con los fondos terrosos, conformando parcelas de color y tierra; y en Primitivo/Junta barro (2023-2024) lo geométrico desaparece para dar paso a formas orgánicas donde la tierra y su organicidad es ya protagonista indiscutible, acogiendo pequeños detalles a color. Éstas últimas parecen ya casi trozos de territorio, fondos de lagos o cauces de ríos secados al sol. A estas series se unen varias obras de la colección del MAC seleccionadas por el artista, y que dialogan con su instalación.

La relación de Cisco con la tierra es particular. No la trabaja al modo tradicional, moldeando y horneando, sino que combina su conocimiento de los materiales y las técnicas constructivas contemporáneas con las antiguas formas de hacer, generando nuevas posibilidades. Sus trabajos hacen dialogar la pintura automotriz, el plástico o el acero con una mezcla de tierra, agua y aglutinantes secados al sol, que les otorgan ese aspecto tan característico. Del mismo modo, es significativo cómo combina el lenguaje abstracto con unos colores y formas que cada vez lo van sumergiendo más y más en lo orgánico y lo natural. En algún punto, este diálogo de lenguajes, materiales y técnicas evidencia la convivencia, en ocasiones por oposición, de la modernidad con lo ancestral, del avance técnico y científico con la pervivencia de las formas y saberes tradicionales.

Desbordando esa supuesta oposición, los trabajos reunidos en esta exposición proponen nuevas formas de explorar nociones como la identidad, lo espiritual, la memoria, la relación con el territorio, lo comunitario o el hogar, no desde una posición nostálgica, una mirada historiográfica o antropológica, sino desde una práctica de la materialidad contemporánea que mira al futuro respetando lo ancestral. “Toda poesía que, en su estructura más profunda, estimula la medida de acuerdo con exigencias orgánicas, y no a través de afectaciones formales, produce libertad”1 apuntaba Édouard Glissant. Quizá estas poéticas formas secadas por el sol del istmo, y sus medidas nutridas de aquellas viejas estructuras que nunca debieron ser olvidadas, nos ayuden a imaginar nuevas posibilidades de convivencia futuras.

1 Édouard Glissant, Sun of Consciousness, 1956. Nightboat books, 2022

 

CURADURÍA
Juan Canela

PATROCINADORES PRINCIPALES:
NG ART GALLERY
LOS CARBONELL FUNDACIÓN

CON EL APOYO DE:
BANCO ALIADO
MAITO
MATEO SARIEL
EMPRESAS BERN
STWARD CORPORATION

 

 

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